Patrañas por Josué Fernández

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En sano juicio “de lado y lado”, como les gusta puntualizar a los que dicen no ser ni de aquí ni de allá, es bastante improbable el encontrarse en medio de un derrumbe completo, tal cual se extiende en Venezuela,  y creer que algún provecho se aproxima; o que saben de algo oculto quienes causan la mayor destrucción jamás imaginada de un país, más allá de la ruina propia, la de sus familiares, amigos, arrastrando con ellos a cualquier otro obligado a permanecer en ese territorio. Patraña pura es el coro nacional e internacional de tramposos s.21 de que existiría un socialismo bueno, lejos del comunismo, en el que todos deberíamos sufrir primero, para luego alcanzar la gloria y la dicha de la riqueza pareja.

Poblaciones empobrecidas y enfermas con células malignas es el gigantesco saldo visible de la ignorancia e incapacidad para atender exigencias del bien común, de parte de grupos siempre empeñados en quedarse indefinidamente en lo alto del poder, bien a la fuerza, o mediante simulaciones de consultas populares. Pero, en lo que respecta a América Latina, allí sí gozan de frecuencia los hallazgos externos de expedientes de dirigentes con fortunas por debajo de cuerda en Cuba, Venezuela, Bolivia, Brasil, Ecuador, Nicaragua, y en administraciones viejas de Argentina, Perú, Uruguay  y Chile.

De lado y lado, como se anotó al comienzo, en alcaldías, gobernaciones, entes autónomos, empresas públicas, cajas de ahorros, fondos de pensiones,  nunca hay dineros para atender servicios que deben a sus comunidades, aunque sobra presupuesto para vehículos, viáticos, restaurantes caros, lujo en aviones y demás embarcaciones para descendientes y allegados también, trajes y relojes de marca, guardaespaldas, y vacaciones imperdibles en paraísos extranjeros. En resumen el sueño realizado a través del atajo de la corrupción, ajeno por principios morales para el pueblo honrado,  por lo que este se conforma con la trova de “Si yo fuera rico” según se oyó en “El Violinista en el Tejado”, a continuación en pieza del montaje en México, en 2005…

De acuerdo con el trovador de “Si yo fuera rico”, el asunto se limita a  hablar en el raro e incomprensible idioma del  “bidi-bidi-bum”, así como en “no matarse en trabajar”. Dos conclusiones que apuntan directamente al blanco del quehacer rutinario del grueso del pelaje político activo en la Venezuela s.21. El resto se agota en patrañas de amor desinteresado por la patria, equivalente al del ratón por el queso, el sacrificio por los pobres, y cuanta promesa encaje con fantasías de la nación de héroes invencibles, y de tesoros inagotables que prodigarán techo, comida y educación para todos, con ningún esfuerzo.

Las patrañas resultarán incontables mientras quede público para tragarlas, en brebajes mágicos dizque para salir de abajo. La experiencia enseña a cualquier edad que la vida se sufre o disfruta unos pocos minutos a la vez, porque solo estamos seguros del “aquí y ahora”. Sin embargo, de lado y lado, la dedicación de hoy es en la insistencia en pedir apoyo para ganar elecciones municipales y blindar su particular beneficio como de costumbre. Luego tocaría esperar el 10 de enero por el segundo periodo ilegal del actual mandato −otorgado en consulta fraudulenta en mayo-,  con planes agregados para sobrepasar dos décadas de desgracias. El cuento remanente, es que el continuismo tendría bloqueo externo por organismos que no reconocerán esa prórroga “chimba”.

La suerte de Venezuela se juega hoy, entre tahúres, básicamente, en partida de dominó trancada, después de colocar sin remedio las últimas piedras de igual número, en cada punta, obligando a salir de perdedores y a cambiar de jugadores, para continuar el juego, de ser esa la idea. En caso contrario, la alternativa ya fue cantada en “El juego de la vida”, que perturba a mucha gente, y por lo que prefieren taparse los oídos. No obstante, quizás como tormento para infortunados, y advertencia para ganadores, ese recuerdo regresa reeditado en fragmento de Daniel Santos y la “Sonora Matancera”. Hasta el sábado, Dios mediante, chao.

 

Edición:PabVen

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