La cuna de José Gregorio espera por su gran milagro

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Isnotú parece uno de esos viejos polvorientos pueblos de los westerns que se negaban a morir ante el avance del ferrocarril y los condenaba al abandono.

Foto: Cortesía Wikimedia

El implacable tren de la crisis venezolana arrolló a Isnotú, un pueblo enclavasdo en el estado Trujillo que espera el gran milagro de su venerable hijo José Gregorio Hernández, ahora convertido en beato.

Isnotú o Esnotú para los aborígenes Cuicas, describe a los frescos valles regados por las fuentes que nacían  la montaña. El pueblo trujillano tuvo alguna vez 15 fuentes que bajaban de la montaña antes de llegar al valle.

Dicen que fue fundado en el año 1640 por Juan Pérez Revollo, quien lo bautizó como Garabú, pero del nombre sólo conservó la letra final y el tilde.  Otros historiadores le dan el mérito a Juan de Muñoz en 1645.

Foto: El Universal

El agua decretó la primera vocación de Isnotú: la yuca, la caraota, el cambur, el café y la caña de azúcar crecieron en abundancia. Con ellos, los trapiches, el papelón, los caminos, el comercio, los viajeros y las posadas.

Foto: El Universal

También llegó José Gregorio Hernández; el movimiento religioso alrededor de su figura de médico bondadoso y fama de eminente investigador.

Los arados se oxidaron, los bueyes descansaron y la artesanía creó una nueva vocación en torno de su hijo ilustre, hoy convertido beato oficila con la firma del papa Francisco.

Foto: El Universal

La localidad, un importante centro turístico espiritual con un santuario, levantado en el lugar donde estuvo la casa familiar del Dr. Hernández, es una cita obligada para los peregrinos de su fe.

Isnotú reclama su propio milagro, el regreso de los peregrinos para que emigren la soledad y el abandono que trajo la crisis política, económica y social a un valle con 15 arroyos, un pueblo que se niega a morir.

Redacción: PabVen / Foto Slider: Diario de Los Andes

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