Relato de una náufraga

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La mujer que sobrevivió por casi 10 horas en el mar tras el naufragio deun bote rumbo a Trinidad está más que convencida de que Dios la escuchó y la salvó cuando le pidió una oportunidad.

Alba Sánchez es más más que una sobreviviente, es la única mujer que vivió para contar el milagro que, al menos par ella, puso fin a una odisea que comenzó el jueves 22 de abril en Barra de Cocuina, en el Delta, cuando confió su suerte en un bote con la proa hacia Trinidad y Tobago.

Llegó en un grupo de 30 migrantes a un caserío fluvial donde se repartieron entre dos embarcaciones. Seis mujeres y un bebé fueron separados de las otras 25 personas, además de dos niños de 4 y 2 años y dos adolescentes de 14 y 17.

Alba Sánchez estuvo las nueve horas más largas de su vida  flotando en el mar que une al Delta del Orinoco con Trinidad y Tobago, pero no dudaría en subirse en otro bote para huir de Venezuela porque “el país está duro”. Eso sí con más precaución.

Recuerda que trascurrieron unas dos horas de relativa tranquilidad desde la partida, hasta que el mar se enfureció y alzó olas de tres metros que golpearon a mansalva la embarcación hasta que comenzó a hacer aguas.

“Antes de que se hundiera, me lancé al mar. No me podía morir así. Una mujer me agarró por la camisa, pero yo me solté; estaba tragando agua y comencé a nadar”.

“Escuché a una muchacha que llamaba a sus hijos. Vi cuando montaron a alguien en unos tambores, y nadé tanto que los perdí a todos, me quedé sola y me entró un desespero».

La incertidumbre de la noche y la humedad hicieron su trabajo. Perdió la sensibilidad de las piernas, aunque la esperanza fue tan intensa que le cantó a Dios entre las nueve de la noche y las seis de la mañana, como preludio del milagro que esperaba para no morir ahogada y ver a sus hijos de nuevo.

“Por momentos sentí que iba a morir. Sentí miedo y algo que me parecía el espíritu de la muerte, pero lo reprendía y le decía que se fuera, que mi vida no le pertenece, que mi vida es de Cristo”.

En el transcurso de la noche divisó varias luces y creyó que eran de otras embarcaciones. A ratos le se tomaba una pausa entre las oraciones y los cantos para pedir auxilio, pero no la escucharon hasta el amanecer, cuando se acercó un remolque pesquero con varios hombres a bordo, que le arrojaron un flotador con el que finalmente completó el milagro.

Redacción/Edición: PabVen/ Con información: : El Pitazo/ Carlos Suniaga/ Foto Dailys Estrada

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