El emprendimiento venezolano de la recolección de muertos

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Con su pregón “Muerte, muerte, aquí viene”, Néstor Vargas y Luis José Cerpa, anuncian  su llegada a través de los cubre bocas, mientras recorren las calles de Lima y sus alrededores para recoger las víctimas de la Covid-19.

Ataviados con equipos de protección personal, los emprendedores venezolanos recogen los cuerpos que permanecen en Lima.

Los emigrantes son parte de los 870 mil venezolanos que escaparon a Perú por el colapso de la economía. Antes de recoger cadáveres,Cerpa, de 21 años, estudiaba diseño gráfico y trabajó como camarero y barman. Vargas, de 38 , ya trabajaba en el negocio funerario en Venezuela, pero laboraba como conductor en Perú.

Sin nada que hacer durante tres meses, vislumbraron que los entierros se convertían en una industria en crecimiento y, “como la necesidad tiene cara de perro”, emprendieron el negocio.

De no producir un céntimo durante tres meses, pasaron a facturar 500 dólares cada uno, el doble del salario mínimo en Perú, con jornadas de hasta 19 horas diarias durante los siete días a la semana. En un día suelen recoger hasta una docena de fallecidos, la mayoría de hogares humildes que no pueden contratar servicios funerarios.

Atrás quedó la rutina de preparar cocteles para los turistas y dedicarse a la la nueva «chamba», un servicio solidario que nadie quiere hacer, pero que alguien debía emprender.

Redacción/Edición: Pab Ven/ con información y fotos de CNN/ Guillermo Galdos y Gena Somra.

NDR: El vocablo chamba se originó en la década de 1940 entre los braceros mexicanos que se trasladaron a EEUU para ser contratados en las tareas agrícolas; al concluir ésta, acudían a la Chamber of Commerce de su localidad a solicitar nuevo trabajo; y se decía entre ellos en mal inglés: «voy a la Chamba«, o sea «voy a la Chamber». Es posible que el cine y las series de TV mexicanas contribuyeron a su difusión en Venezuela.

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