La cocinera que alimenta a los que huyen y el hada que los entierra

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Fabiola Ruiz, jefa de cocina y voluntaria de la Casa de Paso La Divina Providencia, reparte diariamente 6.000 raciones de comida a los venezolanos que huyen a Cúcuta.

Desde las siete de la mañana, a sólo dos cuadras de la frontera al Norte de Santander, hombres, mujeres y niños hacen fila antes de  ingresar a un galpón para calmar el hambre. Las raciones las prepara Fabiola Ruiz, jefa de cocina y voluntaria de la Casa de Paso La Divina Providencia.

El menú solidario llega puntualmente a 2.800 venezolanos que disfrutan de pan con crema de leche, pan con salchichón o pan puro y una oración que también corre por cuenta de la casa.

A las 10:30 regresan por el almuerzo y a la una en punto retiran los manteles.

La casa de paso, que cumple un año, comenzó con una olla de sopa en la calle para unas 200 o 250 personas. Muchos se quedaron sin comer; pero pidieron permiso para raspar la olla con las manos.

Fabiola, que era dueña de un restaurante que quebró, retribuyó el apoyo espiritual que le brindó la iglesia con sus conocimientos culinarios, hoy convertidos en un menú de entrega cristiana a sus semejantes.

El hada de los que no sobrevivieron

Sonia Bermúdez es considerada  un hada por reclamar los cuerpos de los venezolanos que mueren cerca de Riohacha. Esta colombina emisaria de Dios, los entierra con cristiana dignidad.

En un solo día hizo dos viajes a un polvoriento poblado colombiano en la frontera con Venezuela para reclamar cinco cadáveres. Cuatro de ellos eran de venezolanos desamparados, cuyas familias no podían o no estaban dispuestas a reclamarlos.

Bermúdez los trasladó en su camioneta hasta la fosa común de su cementerio privado, ubicado cerca de la localidad costera colombiana de Riohacha.

Los cadáveres se suman a la cantidad cada vez mayor de venezolanos confirmados o probables enterrados en su camposanto.

Entre ellos, jóvenes que perecieron en medio de la violencia y accidentes automovilísticos; madres y bebés que no sobrevivieron el parto; un anciano que falleció de un infarto cardíaco, y otros no identificados.

Todos tienen algo en común: huyeron de Venezuela y terminaron en manos de Bermúdez, el hada colombiana de 64 años, cuya misión es velar por los muertos abandonados

-Todas las personas –pregona-  merecen una muerte y un entierro dignos. No importa quién sea ni de dónde viene, porque la muerte no tiene nacionalidad”.

REDACCIÓN Y EDICIÓN: PABVEN/ FUENTE: JAVIER CEDEÑO CÁCERES/ WYSS/ FOTO: CORTESÍA

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