Me van parando la risita por Josué Fernández

Slider

Written by:

(A Yoel Finol, medalla de plata olímpica Río 2016.) .- Como se ha vuelto habitual en contra de ancianos venezolanos, cuando al maltrato se le añade la ofensa, con risita burlona incluida, el plato queda servido para la peor reacción inmediata, la cual pudiera aumentar con resentimiento acumulado, si la agresión fuera prolongada. Ese tipo de deuda pareciera que nunca será presentada al cobro por falta de memoria, o por debilidad de los afectados a fuerza de palos; pero también pudiera chocar con la sorpresa de vuelta de un buen puñetazo a la cara, de parte de un hijo o de un nieto en mejores condiciones físicas y anímicas. Tratándose de atropellos oficialistas, resultaría urgente un S.O.S. al general Carlos Soublette, del lapso único de las charreteras dignas, quien dejó bases a este respecto en los comienzos de la República, y de las que habrá comentarios adicionales hacia el final.

El cuento de los abusos a los mayores, que es el tema hoy, por lo general ocurre cuando aparecen pendejos que creen que los viejos nacieron con arrugas, canas y achaques porque llegaron directo a la vejez, sin pasar primero como cualquiera por la infancia, la adolescencia, la juventud adulta, y contar además con hijos y nietos dispuestos a dar la pelea para defenderles. Aquellos necios piensan igualmente que nunca les llegará su turno de envejecer, y de cargar con los padecimientos insalvables de la edad.

Los cuentos de abusos a la gente mayor asimismo llevan en el reverso el de los otros a los que les llegará el tiempo del pelo blanco sin darse cuenta, aunque demoren en aparecer,  pero ahora se sentirían muy seguros con «risa que no es de loco» tal lo advertía Héctor Lavoe, en lección aparentemente difícil de aprender, aun para él por su vida con distintos tropiezos.

Ciertamente se dan casos de individuos con risa de locos, aunque no lo estén, la cual les viene de hacer maldades a indefensos, entre los que prefieren a las mujeres, los niños y a los de más edad.  Una clase de semejante calaña integraría la dictadura venezolana con la imposición a los abuelos  de madrugar para cobrar su pensión en papel moneda, sabiendo que será casi imposible por restricciones de la liquidez monetaria circulante decretadas por el propio régimen.

El castigo se extiende al tener que cobrar por partes, en situación “superinflacionaria”, y entre uno y otro pago los precios suben aceleradamente, y se pierde totalmente la capacidad de consumo de la escasa pensión de los jubilados. Ya se registran muertes por infarto y suicidio entre los sometidos a esas torturas, que no soportan el yugo de la dictadura. La burla de los funcionarios alcanza el colmo imaginable al enfrentar con perdigones y gases tóxicos a quienes se atreven a protestar tamaña injusticia. Este capítulo se repite cada mes, entre risas burlonas al pobre pueblo desvalido.

El S.O.S. a Carlos Soublette es urgente en estas lamentables circunstancias en las que vale recordar que  “La república no se perderá porque el pueblo se ría de su gobernante. La república podrá perderse cuando el gobernante se ría de su pueblo”, a decir de ese meritorio militar, postulado a la presidencia de la República en 1834, asumiendo el cargo en dos ocasiones. En su faceta de humorista, el gran Simón Díaz, inmortalizaría en «la rueda de prensa» una mofa en democracia de los encuentros periodísticos del presidente Luis Herrera Campins, entre 1979 y 1984.

EDICIÓN PABVEN

Comparte esta entrada

Comments are closed.