A falta de camas hospitalarias, los nuevos infectados por coronavirus en Venezuela permanecen hacinados en refugios controlados por milicias armadas y médicos cubanos.

Como si se tratara de campos de concentración, los contagiados son recluidos durante semanas con el mínimo de alimentación, poca agua y condiciones insalubres, como una pésima copia del método chino de aislamiento forzado para el control de su pandemia.

Si bien, aparentemente funciona en una nación con un severo sistema de salud pública, la medida conduce a un desastre inminente, en un país escaso de personal sanitario, con pacientes que buscan con desespero terapia intensiva en los hospitales, tras resistir hasta el último momento en sus casas.

La dependencia económica e ideológica de China indica que no hay vuelta atrás, como lo reafirmó Maduro: “Venezuela ha seguido con atención cada paso, ha aprendido grandes lecciones de China”

Luego de la visita de los médicos asiáticos, el madurismo siguió el guion. Convirtió escuelas primarias, gimnasios públicos, bibliotecas, jefaturas de policía, moteles y estadios de conciertos en centros de cuarentena.

Pero las pruebas rápidas a menudo dan falsos positivos o llegan demasiado tarde, por lo que sanos y enfermos; adultos y niños comparten los espacios, cual escena de «La vida es bella»

Kathleen Page, profesora de la División de Enfermedades Infecciosas de Johns Hopkins University denunció que “Las condiciones en estos centros sugieren que hay violaciones de los derechos humanos y las protecciones básicas”.

Redacción/Edición: PabVen/ Con información de Agencias y foto de Infobae