La empatía entre Maduro debe ser tan magnética que, sin consulta previa, el usurpador puso a su disposición unos 500 conejillos de Indias venezolanos para probar una vacuna cuestionada por el resto del mundo.

El madurismo oficializó los ensayos de Sputnik V entre los “voluntarios” locales, mientras la Organización Mundial de la Salud y varios países de Occidente advirtieron que no hay forma de saber que es segura.

La responsabilidad no es precisamente de Putin. La propuesta para participar en la fase III de las pruebas de la Federación Rusa, es una iniciativa del régimen, luego de sus fracasos homeopáticos con el té de malojillo, el interferón y la medicina cubana.

Maduro, como López Obrador en México, será el más robusto precursor de los conejillos. Se supone que su ministro Carlos Alvarado le seguirá para luego encargarse de otros detalles, como la fabricación masiva de las dosis en Venezuela.

Ya Moscú completó los primeros ensayos en humanos de la ‘Sputnik V’, basada en adenovirus y antes de finalizar agosto debe estar bajo la epidermis del medio millar de los conejillos venezolanos, entre otros.

Sin embargo, la OMS aun no recibe suficiente información sobre la vacuna rusa para evaluarla y garantizar su seguridad y eficacia.

Miraflores ofreció a Rusia la capacidad tecnólógica de una planta de vacunas de la Universidad Central de Venezuela, la casa de estudios más importante de Venezuela, objeto de la represión reiterada del régimen.

China también se apuntó en el negocio, a través de una empresa que fabrica una vacuna propia contra la COVID-19.

Como el histórico satélite Sputnik, la vacuna de Putin vuela, posiblemente con el objetivo de apuntalar el prestigio nacional, por encima de la rigurosidad científica y la seguridad de los voluntarios.

Mientras Moscú asegura que recibirá el Año Nuevo con el inició de la la distribución de la Sputnik, una investigación publicada en Nature alerta sobre el riesgo de los vacunados debido a la prisa rusa.

Redacción/Edición/PabVen/Con información y Foto: Agencias.